viernes, 5 de septiembre de 2014

Mis diseños no son para gordas




Monalisa, 1977.
Autor: Fernando Botero
“Mis diseños no son para gordas” sugiere el diseñador cubano Abraham en una de las emisiones del programa televisivo De tarde en casa y deja por sentado que el mundo de la moda no tiene un carácter inclusivo. Bajo tales preceptos la pasarela deja exentas a mujeres obesas, de la tercera edad e incluso a aquellas que sufren de alguna discapacidad física. Juventud, talle alto y cuerpos delgados definen la apariencia de las mujeres que incursionan en el arte del vestir.
De ello hablan, incluso los maniquíes, que nos acechan desde las vidrieras de las tiendas o boutiques, en un sutil mensaje que nos advierte acerca de cómo debemos lucir. Así también lo ha preestablecido industria cultural, arte y sociedad. El cuerpo de la mujer dibujado y proyectado desde la mirada de los hombres ha dejado una impronta acerca de lo bello cuyos cánones transgreden el tiempo.
Por varios siglos la plástica nos entregó un legado que hablaba acerca de la desnudez, la sensualidad y los encantos femeninos; motivos por el que Monalisa de Botero habría sido un fracaso en los tiempos del Renacimiento.
Los medios tampoco quedaron al margen. La publicidad ha sido una herramienta poderosa  y manipuladora en la representación y homogenización de la mujer cuyo cuerpo continúa siendo un elemento sobreexplotado en los mensajes de la televisión, el cine, las revistas y otros soportes.  La colonización mediática, que excluye a las gruesas como también a las afrodescendientes o las indígenas, es aprehendida en actos simples que comienzan desde la niñez.
En Cuba recordemos las famosas cuquitas que se podían vestir con cualquiera de las prendas que aparecían al dorso de la revista Mujeres. También las Loretas, muñecas rubias y de ojos azules que en los ‘70 fueron preferidas por las pequeñas y utilizadas años después como elemento decorativo en los hogares. Los ‘90 y la influencia anglosajona marcaron un hito en los juguetes hechos para niñas. La aparición de las Barbies dejó una pauta importante en el cómo del cuerpo femenino. Otra vez rubias y con motivos bien esculpidos, estas muñecas despertaron también la atención de los varoncitos que no vacilaban en observar o tocar sus formas más pronunciadas.             
Las cubanas encontraron su espacio en la Criollitas de Wilson. Estas caricaturas aunque respetaron mucho más las matrices culturales que dieron origen a la formación de la nacionalidad también fueron portadoras de un discurso que tipificaba a la mujer cubana. La mulata, con pelo largo, mucha cadera y pronunciados glúteos se convirtió, además, en uno de los íconos con los que la publicidad vendió la isla de cara al turismo internacional.
Las gruesas, trabaditas o rollizas, ausentes muchas veces en los mensajes publicitarios, han sido objeto de la sátira. En el imaginario popular pero también en el de la gráfica se han asociado a roles tradicionales de género como el de cocineras, amas de casa u otros. En algunos casos se les hace llamar Vacas como hacía Adriana con su profesora de español en la recién transmitida aventura Blanco y Negro, No. En otros, como la película Una novia para David resultaba jocoso escuchar aquel bocadillo: ¿quién ha visto una gorda con sentimientos? Estas mujeres, al igual que otros grupos segregados por su raza, etnia, edad o preferencia sexual también tienen sus encantos para los cuales la moda, tal como las pinturas de Botero, encontrará otros modos de que los diseños sean una invitación a aceptarnos sin exclusión.


3 comentarios:

  1. nteresante trabajo, es una forma de exclusión no solo para las mujeres sino también para los hombres, toca que encontremos sensibilidad ante el tema y que quienes compran para la red de tiendas tengan en cuenta que todas y todos no tenemos tallas de 90-60-90, y además es bueno que incluyan la edad porque la ropa que se vende solo va dirigida a un sector de la población, los jóvenes.

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  2. Hola José Raúl, ha sido un placer encontrar este blog!!! Abrazos

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  3. Antes las mujeres estaba vistas de forma diferente, el referente eran las curvas y tener una buena curva era sinónimo de felicidad y buenos augurios, ahora es todo lo contrario y prima la cultura a los cuerpos musculados y fibrados...

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