miércoles, 10 de septiembre de 2014

Ser homosexual en el cine cubano de hoy



El tratamiento a la diversidad ocupa hoy un lugar privilegiado en la agenda mediática. Arte y comunicación van de la mano en el afán de construir un mundo más inclusivo, especialmente para los grupos que han sido segregados por su condición sexual.
Después del estreno de Fresa y Chocolate en 1993, un vacío temporal caracterizó la presencia del tema en los largometrajes. En la actualidad, la homosexualidad masculina es una de las más vulnerables a ser tratadas por directores y guionistas de cine.
Luego de 20 años en que la figura del hombre gay fuera colocada en papeles secundarios, que habitualmente recurrían a la sátira, despierta el interés por tratar el tema. De ello hablan las producciones del último quinquenio. Casa Vieja de Lester HamletChamacos de Juan Carlos Cremata y Verde Verde de Enrique Pineda Barnet lo ubican en el punto de mira y nos hacen problematizar, enjuiciar y hasta cuestionar el ser homosexual en el cine cubano de hoy.
Bien es cierto que su representación cinematográfica ha provocado que se cumpla la máxima de la comunicación de que las personas hablan de lo que los medios hablan. Sin embargo, no pocas polémicas ha generado entre los públicos. El problema no es solo el desatasque de una temática a la cual parecerían abocarse muchos directores sino también el qué y el cómo de la realidad que han puesto frente a nuestros ojos.
A esta triada, de la cual Casa Vieja parece escapar por su lenguaje más cuidadoso, se le suma La partida. La producción del español Antonio Hens, filmada en la isla, ha sido vista por el público cubano a través de las memorias flash. Al igual que sus homólogas Chamacos y Verde Verde, La partida también ha generado discusión.
Como análisis de un fenómeno, que me parece interesante soslayar, sería injusto juzgar de lleno a los artistas o agredir sus obras con criterios que desde el punto de vista cinematográfico son objeto de la crítica especializada. Tampoco podría dejar de un lado al público consumidor del producto artístico, aprehensor además, de mansajes y códigos que producen efectos a corto y largo plazo.              
Cuanto mayor es el énfasis de los medios sobre un tema, también será mayor la importancia que le dan los miembros de la audiencia. Entonces, ¿qué quieren significar estas películas?, ¿a qué le dan relevancia?, ¿cuál es el mensaje que pretenden fijar o dar por sentado? Revisemos los roles que se nos presentan, pues transversalizadas por sexo, prostitución y violencia, muchas de estas producciones estigmatizan la figura del hombre homosexual. La noche se viste como único tapiz del mundo gay. Locaciones lúgubres, promiscuidad, doble moral y bisexualidad también serán recurrentes en el discurso. El espectador es una y otra vez víctima del sexo fuerte y duro entre dos hombres, expresión de una masculinidad que así lo ha preestablecido socialmente. A ello, súmensele finales marcados por escenas violentas, pesimistas y aplastantes en los que se entierran cualquier vestigio de esperanzas.
Los artistas solo retratan una parte de nuestra realidad y al parecer la única captable por el lente de sus cámaras. Lo hacen tematizando al homosexual como sujeto de la noche, mercancía o como el muchacho que se sienta en el malecón cuya única escapatoria es el mercado del sexo. Atrás han quedado Diego y David, los personajes de Fresa y Chocolate que revindicaron esa figura en el pasado siglo. Parece que solo pueden verse manchas donde también hay luz.
Otros directores llegarán también con la sed de abordar el tema. Otras producciones se asomarán a través de la gran pantalla. Quizás, en la próxima ocasión, la historia sea diferente.  

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