lunes, 20 de octubre de 2014

Por un arte sin máscaras



Foto: Lázaro González González

Por un arte sin máscaras se alza el más reciente documental del joven realizador Lázaro González González que coloca en la pantalla a la figura del transformista cubano. “Máscaras” da nombre a dos historias de vida de las cuales se nutre para examinar lo artístico en un fenómeno que  frecuentemente se mira y analiza desde los estudios de género y sexualidad.
Pedro Manuel González Reinoso más conocido por su personaje de Roxana Rojo en el villaclareño centro cultural El Mejunje y Riuber Alarcón o Margot Parapar como se hace llamar en el mundo del espectáculo, son los protagonistas del audiovisual estrenado el pasado viernes en la sala “Alfredo Guevara” del capitalino Pabellón Cuba.
Un día en la vida de estos personajes desentraña el esfuerzo y la entrega que requiere para un hombre llevar a escena el papel de una mujer. Prejuicios, malas recompensas y falta de reconocimiento por parte de las instituciones estales son algunos de los avatares a los que se enfrentan estos actores, no reconocidos bajo tal denominación.
Si bien el documental es un llamado a la legitimación de esta manifestación artística, González aunque no se lo propone dentro del guión, también pone en tela de juicio la problemática del sujeto homosexual que se inclina por este arte.
Las confesiones de Riuber y Pedro dejan entrever lo difícil que resulta encarnar a una mujer. No solo porque este es un arte caro y algunos insumos no se consiguen en el mercado nacional sino también por los tabúes existentes en relación con el transformista en tanto se inscribe, casi siempre, a la figura gay.
Esta expresión aunque no goza de un amplio reconocimiento en la isla tiene su espacio en algunas de las acciones proyectadas por el Centro Nacional de Educación Sexual. Así lo confirman las galas de las jornadas cubanas contra la homofobia en las que estos artistas encuentran acogida. No obstante, el tema requiere de una institucionalización por parte de las artes escénicas, como aboga en el documental Pedro Manuel González, quien además, sueña con que estos tengan la posibilidad de acceder o pasar escuelas de teatro.
Este joven realizador plantea la desmitificación del transformismo como una expresión de la identidad sexual. En este sentido, bien significativo habría sido el hecho de presentar a otras figuras que lo ejercen. Tal es el caso de Osvaldo Doimeadiós
con su personaje de Margot u Orlando Manrufo con Mariconchi. Sin embargo, su director apuesta, de manera espontánea, por el talento de Riuber y Pedro y nos coloca ante los aciertos y desaciertos de esos personajes que solo son transformistas y no tienen un lugar privilegiado en la agenda mediática.
En debate con los presentes en la sala González confesó su desconocimiento acerca del tema antes de comenzar el proceso investigativo que formó parte de sus tesis de grado. La obra supuso un aprendizaje y un cambio en la mirada de este joven realizador, quien reconoció, además, que la primera vez que fue a ver un espectáculo de transformistas se horrorizó.
Un aprendizaje que también pretende transmitir al público, para que entre tantos prejuicios el arte pueda triunfar.

viernes, 3 de octubre de 2014

¿Quiénes ponen el sello: las mujeres o las marcas?



El sello de las mujeres ha quedado impreso en la historia de la humanidad, algunas veces desde la mirada de los hombres y otras marcando su propia impronta. En las artes, el rol de la mujer se limitó primero a modelo y musa, fuente de inspiración para el masculino ojo de los artistas que, conquistados por su belleza, legaron importantes obras como “La Venus de Milo”, "Las meninas” de Velázquez o “La maja desnuda” de Goya. Su presencia no fue relevante hasta el siglo XX, cuando las vanguardias rompen con las normas del academicismo y se reivindica el papel de la mujer. Una de las que se convierte en icono del feminismo en esta etapa es la mexicana Frida Kahlo.
Su impronta no solo se limitó al arte. Acaparó también la producción de bienes de consumo. Numerosos productos manufacturados e industriales se dieron a conocer bajo el sello y con el nombre de célebres mujeres que, además, le imprimieron una identidad devenida luego famosas marcas. Si bien los medios y las campañas de comunicación han sobreexplotado el uso de la figura femenina en su afán de atraer la atención de los públicos o incrementar las ventas de determinados productos; es innegable su presencia en el universo marcario.
Diversos son los ejemplos que hacen veraz esta idea. Tal es el caso de la francesa Coco Chanel, quien con su nombre conquistó el mundo de la moda. La diseñadora venezolana María Carolina Josefina Pacanins Niño, más conocida como Carolina Herrera y reconocida internacionalmente por sus diseños y colecciones de perfumes y cosméticos. Otros casos también lo demuestran: Ruth Handlers, viendo jugar a su hija Bárbara con muñecas recortables de papel, descubrió que sería una buena idea fabricar muñecas de plástico de unos 30 centímetros de altura que representaran a una mujer entre los 16 y los 20 años, a la que las niñas pudieran vestir, peinar y transformar; es así como nació en 1959 la famosa Barbie, denominación que procede del nombre de su hija. Como apoyo publicitario para una empresa de electrodomésticos, Quino creó la tira cómica Mafalda, que pretendía recordar al nombre de la marca. Mercedes, la marca de autos, corresponde a una niña vienesa de 11 años, hija de una mujer de origen español, casada con el comerciante y cónsul general Emil Jellinek, un entusiasta del incipiente automovilismo de principios del siglo XX; mientras que la marca Nike toma el nombre de la diosa de la Victoria en la cultura clásica griega.
Sin embargo, la presencia de la mujer en el mundo marcario resulta polémica. En ocasiones pareciera que la marca se apropiara de un estereotipado sello, portador de una imagen femenina que lleva como denominador común lo bello, lo sensual, lo atractivo y otros valores tradicionalmente atribuidos a ellas.
El cine, la televisión, las revistas y otros soportes comunicativos son cómplices de ese modelo que borra cualquier diferencia y recurre a la estandarización de un prototipo femenino. Las muñecas Barbies son fehacientes exponentes de este recurso, refutado por otros personajes como la caricatura de Mafalda, quien rompe con todos los estigmas asociados al rol, el aspecto y el lugar de la mujer en la sociedad.
Súmese a lo anterior que no siempre las marcas han sido construidas por mujeres. En algunos casos se han subordinado a las exigencias de la comunicación publicitaria y en otros han nacido desde el ingenio de empresarios hombres. La marca, si bien le ha conducido al éxito, ha sido también su talón de Aquiles. La publicidad, en este sentido, la ha utilizado para comercializar una imagen incoherente con las matrices culturales de cada región, convirtiéndola en un bello personaje que cede su cuerpo para la connotación de los productos, tanto si es o no la destinataria directa de estos.
Haciendo una retrospectiva de cómo se ha utilizado a la mujer en el universo publicitario, aparecen y predominan los anuncios relativos a artículos de limpieza, cosméticos y vestuario donde ellas aparecen sirviendo o preparando alimentos, bebidas o medicamentos, mientras que los hombres se ilustran como consumidores o relatan sus ventajas. Estas diferencias han sido propiciadas por una sociedad en que la mujer está al servicio del hombre y en la que, a los ojos del macho, es un simple objeto. Pese a los avances que se han conseguido en materia de igualdad y la tímida evolución de la publicidad hacia una comunicación no sexista, es frecuente encontrar que los propios anunciantes buscan esos estereotipos y los requieren, aun cuando las agencias publicitarias no los proponen.
En Cuba, las mujeres también han impreso su sello en la identidad marcaria de diversos productos. La línea de perfumes y cosméticos Camerata alude al formato de música de cámara que dirige la maestra Xenaida Romeu. Por su parte, la marca de helados Guarina sugiere el nombre de una india cubana, mientras que Coppelia utiliza las muy estilizadas zapatillas de ballet como parte de su logotipo. El motivo de la danza también está presente en Tropicana, que ha graficado la escultura de una bailarina de la autoría de Rita Longa, como parte del diseño que acompaña la marca. Si se habla de Conchita, la mente recurrirá de inmediato a una gama de productos en conserva. En la perfumería, Giselle o Alicia aluden a figuras del ballet clásico y en el mundo de las modas, las colecciones Jacqueline Fumero señalan el nombre de su diseñadora.
Aun cuando el aparato publicitario y de mercado influye con fuerza y de manera intersubjetiva en nuestras mentes; Mercedes, Marilyn, Raquel, Lilian, Cary y otros muchos nombres aparecen en las calles y barrios de cualquier ciudad de la isla. Evidencian también cuanto se empoderan las mujeres cubanas al calor de los nuevos tiempos. Le imprimen a sus negocios o empresas el sello de sus nombres y saberes personales. Desde sus roles como trabajadoras forjan, construyen y marcan su propia identidad.