jueves, 25 de junio de 2015

Una gorda con sentimientos

Fotos cortesía de Danza Voluminosa
La obesidad ha significado, por momentos, sentimientos de exclusión en la vida de Maylin L. Daza Padrón. Esa condición, más allá de estereotipos y prejuicios sociales, la ha llenado también de momentos felices y de realización personal.
Esta cubana de la barriada de Playa reconoce la obesidad como un problema de salud y no como un impedimento profesional para las personas que la padecen.
Cuenta que desde muy pequeña le gustaba el baile y agarraba un salvavidas y una saya como si fuera un tutu. Sin embargo, matricular en una escuela de danza se convirtió en una utopía, pues nunca faltaron quienes dijeron: "Ella, gorda… ¿qué bailarina va a ser?".
La realización de ese sueño llegó a su vida casi por casualidad y de forma tardía. Se recuperaba de una operación a la que había sido sometida, cuando un amigo le comentó de la existencia de un grupo donde todas las bailarinas eran obesas. Así llegó a la compañía Danza Voluminosa, dirigida por el coreógrafo Juan Miguel Mas, aun cuando sus familiares y amigos no lo creyeron. Con 21 años se enfrentó a esa quimera, convertida también en reto y, aunque carecía de una enseñanza artística, tuvo el lujo de compartir al lado de importantes figuras como el maestro Ramiro Guerra, fundador de la danza moderna en Cuba, con quien tuvo el primer encuentro profesional.

Con una sonrisa en los labios, cuenta que muchos de los personajes que le ha tocado interpretar son mujeres cuyo final es la muerte. Es el caso de Fredie, en la obra "Fredie, una Mujer que Canta"; Ofelia en "Dulce agua" o la muchacha que se mata de tanto comer en "Una muerte dulce". Pero esas escenas de tragedia no opacan la felicidad que se asoma a su rostro, especialmente cuando se refiere a "Carmen", obra que escogería para descubrir el maravilloso mundo, aún desconocido para ella, de una función de ballet clásico. La carcajada retorna, ahora cuando recuerda la ocasión en que bailó el" pax de quatre" de "El lago de los cisnes", del que todavía conserva el tutú.
Un mundo no tan redondo
Maylin no solo enfrenta el desafío de bailar con su cuerpo voluminoso. Ser obesa ha colocado la discriminación frente a sus ojos. El mundo no ha sido tan justo y equitativo para las mujeres como ella: las que no caben en el asiento de la guagua o no entran por la puerta, las que necesitan dos sillas plásticas en la cafeterías o más amplitud en los asientos estrechos, las que no van al cine porque no entran en las butacas o enel avión precisan de dos cinturones, como le sucedió a una de sus compañeras durante un viaje de la compañía a Colombia.
A las limitaciones estructurales de un planeta que no es para gordas se suman los prejuicios y las representaciones que sobre ellas se construyen en el imaginario social. Más volumen significa el caos para cobardes que, con frecuencia, ponen delante de los bueyes la carreta y sin escrúpulos alertan: "¡No te sientes ahí!", como si fueran a romper sus muebles; quienes no vacilan en soportar el peso de las palabras y las miran diciendo: "¡Cómo come!", los que pecan por la avaricia y no paran su taxi en las calles pensando que el espacio de dos será ocupado por uno, o las personas cuyo verbo necesita alzarse para hacer notar un chiste o piropo de mal gusto.
El diseño de modas no queda al margen. Pocas soluciones ha encontrado para las mujeres obesas de este archipiélago. De difícil cataloga Maylín esta problemática, cuya solución consiste en bajar de peso, pero ellas existen como parte de lo diverso y una vez que existen ¿acaso no merecen ser tenidas en cuenta?
Diseñadores, compradores y otros profesionales del arte del vestir defienden sus discursos individuales y parecen no ponerse de acuerdo para que, finalmente, llevar la ropa adecuada no se haga una tragedia para esta y otras mujeres como ellas, obligadas a comprar 10 o 15 piezas cuando sacan el ejemplar más grande de ropa interior.
"A veces sacan el mismo vestido de diferentes colores y tú no te vas a comprar el mismo modelo. Cuando voy a las tiendas trato de buscar algo que me sirva, pero la ropa que venden para nosotras parece ropa de vieja y no hay quién se la ponga. En otras ocasiones dependo de amistades que me traigan vestidos ajustados a mi cuerpo", comenta.
En sus confesiones también hace notar que las personas que importan ropa de otros países con frecuencia señalan que no se producen tallas grandes. Con total desenfado manifiesta: "tienen que producirse porque gordos hay en todos lados".
Cierta añoranza se asoma en su rostro cuando habla de cómo las tiendas recicladas salvaron a mucha gente en su misma condición; sin embargo, es un recuerdo del pasado, puesto que los locales destinados a ese fin han ido despareciendo.
Como bien hace valer Maylin, la solución no siempre está en sus manos. Ella y otras mujeres son parte de una sociedad a la cual se le dificulta el acceso a muchas cosas porque no las hay. Entonces, la única alternativa pareciera ser entrar en cintura o ponerse lo que aparezca.
Cerrando el círculo
Para esta cubana --que bien mereciera un rostro de habanera de Servando Cabrera-- no cuentan los obstáculos con los cuales a diario tropieza por el hecho de ser gorda. En el baile ha encontrado su realización, más allá de los estereotipos. Formar parte de la compañía Danza Voluminosa habla por sí sola de una mujer que ha superado complejos, ha aprendido a quererse y apreciar su cuerpo, sin prejuicio alguno. Por eso añora tener junto a su grupo, al cual considera una gran familia, una sede en la que también puedan ayudar a elevar la autoestima de otras personas.
Amante de su isla, su Habana y el mar que la rodea, Maylin tiene entre sus metas seguir bailando, llevar una vida más sana y conocer otros lugares del mundo. Danzar no ha sido solamente su mayor reto, es un amor y un sueño que hizo realidad.