El sello
de las mujeres ha quedado impreso en la historia de la humanidad, algunas veces
desde la mirada de los hombres y otras marcando su propia impronta. En las
artes, el rol de la mujer se limitó primero a modelo y musa, fuente de
inspiración para el masculino ojo de los artistas que, conquistados por su
belleza, legaron importantes obras como “La Venus de Milo”, "Las meninas” de
Velázquez o “La maja desnuda” de Goya. Su presencia no fue relevante hasta el
siglo XX, cuando las vanguardias rompen con las normas del academicismo y se
reivindica el papel de la mujer. Una de las que se convierte en icono del
feminismo en esta etapa es la mexicana Frida Kahlo.
Su
impronta no solo se limitó al arte. Acaparó también la producción de bienes de
consumo. Numerosos productos manufacturados e industriales se dieron a conocer
bajo el sello y con el nombre de célebres mujeres que, además, le imprimieron
una identidad devenida luego famosas marcas. Si bien los medios y las campañas
de comunicación han sobreexplotado el uso de la figura femenina en su afán de
atraer la atención de los públicos o incrementar las ventas de determinados
productos; es innegable su presencia en el universo marcario.
Diversos son los ejemplos que hacen veraz esta idea. Tal es el caso de la francesa Coco Chanel, quien con su nombre conquistó el mundo de la moda. La diseñadora venezolana María Carolina Josefina Pacanins Niño, más conocida como Carolina Herrera y reconocida internacionalmente por sus diseños y colecciones de perfumes y cosméticos. Otros casos también lo demuestran: Ruth Handlers, viendo jugar a su hija Bárbara con muñecas recortables de papel, descubrió que sería una buena idea fabricar muñecas de plástico de unos 30 centímetros de altura que representaran a una mujer entre los 16 y los 20 años, a la que las niñas pudieran vestir, peinar y transformar; es así como nació en 1959 la famosa Barbie, denominación que procede del nombre de su hija. Como apoyo publicitario para una empresa de electrodomésticos, Quino creó la tira cómica Mafalda, que pretendía recordar al nombre de la marca. Mercedes, la marca de autos, corresponde a una niña vienesa de 11 años, hija de una mujer de origen español, casada con el comerciante y cónsul general Emil Jellinek, un entusiasta del incipiente automovilismo de principios del siglo XX; mientras que la marca Nike toma el nombre de la diosa de la Victoria en la cultura clásica griega.
Sin embargo, la presencia de la mujer en el mundo marcario resulta polémica. En ocasiones pareciera que la marca se apropiara de un estereotipado sello, portador de una imagen femenina que lleva como denominador común lo bello, lo sensual, lo atractivo y otros valores tradicionalmente atribuidos a ellas.
El cine, la televisión, las revistas y otros soportes comunicativos son cómplices de ese modelo que borra cualquier diferencia y recurre a la estandarización de un prototipo femenino. Las muñecas Barbies son fehacientes exponentes de este recurso, refutado por otros personajes como la caricatura de Mafalda, quien rompe con todos los estigmas asociados al rol, el aspecto y el lugar de la mujer en la sociedad.
Súmese a lo anterior que no siempre las marcas han sido construidas por mujeres. En algunos casos se han subordinado a las exigencias de la comunicación publicitaria y en otros han nacido desde el ingenio de empresarios hombres. La marca, si bien le ha conducido al éxito, ha sido también su talón de Aquiles. La publicidad, en este sentido, la ha utilizado para comercializar una imagen incoherente con las matrices culturales de cada región, convirtiéndola en un bello personaje que cede su cuerpo para la connotación de los productos, tanto si es o no la destinataria directa de estos.
Diversos son los ejemplos que hacen veraz esta idea. Tal es el caso de la francesa Coco Chanel, quien con su nombre conquistó el mundo de la moda. La diseñadora venezolana María Carolina Josefina Pacanins Niño, más conocida como Carolina Herrera y reconocida internacionalmente por sus diseños y colecciones de perfumes y cosméticos. Otros casos también lo demuestran: Ruth Handlers, viendo jugar a su hija Bárbara con muñecas recortables de papel, descubrió que sería una buena idea fabricar muñecas de plástico de unos 30 centímetros de altura que representaran a una mujer entre los 16 y los 20 años, a la que las niñas pudieran vestir, peinar y transformar; es así como nació en 1959 la famosa Barbie, denominación que procede del nombre de su hija. Como apoyo publicitario para una empresa de electrodomésticos, Quino creó la tira cómica Mafalda, que pretendía recordar al nombre de la marca. Mercedes, la marca de autos, corresponde a una niña vienesa de 11 años, hija de una mujer de origen español, casada con el comerciante y cónsul general Emil Jellinek, un entusiasta del incipiente automovilismo de principios del siglo XX; mientras que la marca Nike toma el nombre de la diosa de la Victoria en la cultura clásica griega.
Sin embargo, la presencia de la mujer en el mundo marcario resulta polémica. En ocasiones pareciera que la marca se apropiara de un estereotipado sello, portador de una imagen femenina que lleva como denominador común lo bello, lo sensual, lo atractivo y otros valores tradicionalmente atribuidos a ellas.
El cine, la televisión, las revistas y otros soportes comunicativos son cómplices de ese modelo que borra cualquier diferencia y recurre a la estandarización de un prototipo femenino. Las muñecas Barbies son fehacientes exponentes de este recurso, refutado por otros personajes como la caricatura de Mafalda, quien rompe con todos los estigmas asociados al rol, el aspecto y el lugar de la mujer en la sociedad.
Súmese a lo anterior que no siempre las marcas han sido construidas por mujeres. En algunos casos se han subordinado a las exigencias de la comunicación publicitaria y en otros han nacido desde el ingenio de empresarios hombres. La marca, si bien le ha conducido al éxito, ha sido también su talón de Aquiles. La publicidad, en este sentido, la ha utilizado para comercializar una imagen incoherente con las matrices culturales de cada región, convirtiéndola en un bello personaje que cede su cuerpo para la connotación de los productos, tanto si es o no la destinataria directa de estos.
Haciendo
una retrospectiva de cómo se ha utilizado a la mujer en el universo
publicitario, aparecen y predominan los anuncios relativos a artículos de
limpieza, cosméticos y vestuario donde ellas aparecen sirviendo o preparando
alimentos, bebidas o medicamentos, mientras que los hombres se ilustran como
consumidores o relatan sus ventajas. Estas diferencias han sido propiciadas por
una sociedad en que la mujer está al servicio del hombre y en la que, a los
ojos del macho, es un simple objeto. Pese a los avances que se han conseguido
en materia de igualdad y la tímida evolución de la publicidad hacia una
comunicación no sexista, es frecuente encontrar que los propios anunciantes
buscan esos estereotipos y los requieren, aun cuando las agencias publicitarias
no los proponen.
En Cuba,
las mujeres también han impreso su sello en la identidad marcaria de diversos
productos. La línea de perfumes y cosméticos Camerata alude al formato
de música de cámara que dirige la maestra Xenaida Romeu. Por su parte, la marca
de helados Guarina sugiere el nombre de una india cubana, mientras que Coppelia
utiliza las muy estilizadas zapatillas de ballet como parte de su logotipo. El
motivo de la danza también está presente en Tropicana, que ha graficado
la escultura de una bailarina de la autoría de Rita Longa, como parte del
diseño que acompaña la marca. Si se habla de Conchita, la mente
recurrirá de inmediato a una gama de productos en conserva. En la perfumería, Giselle
o Alicia aluden a figuras del ballet clásico y en el mundo de las modas,
las colecciones Jacqueline Fumero señalan el nombre de su diseñadora.
Aun cuando el aparato publicitario y de mercado influye con fuerza y de manera intersubjetiva en nuestras mentes; Mercedes, Marilyn, Raquel, Lilian, Cary y otros muchos nombres aparecen en las calles y barrios de cualquier ciudad de la isla. Evidencian también cuanto se empoderan las mujeres cubanas al calor de los nuevos tiempos. Le imprimen a sus negocios o empresas el sello de sus nombres y saberes personales. Desde sus roles como trabajadoras forjan, construyen y marcan su propia identidad.
Aun cuando el aparato publicitario y de mercado influye con fuerza y de manera intersubjetiva en nuestras mentes; Mercedes, Marilyn, Raquel, Lilian, Cary y otros muchos nombres aparecen en las calles y barrios de cualquier ciudad de la isla. Evidencian también cuanto se empoderan las mujeres cubanas al calor de los nuevos tiempos. Le imprimen a sus negocios o empresas el sello de sus nombres y saberes personales. Desde sus roles como trabajadoras forjan, construyen y marcan su propia identidad.
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